El presente ensayo pretende darnos algunos lineamientos sobre los prejuicios que tenemos al abordar la Edad Media, principalmente como entendemos al cristianismo, ¿es una religión o un modo de vida? Debido a lo profundo del tema hemos decidido enfocarlo a unos puntos escenciales. ¿Fue la Ilustración la que nos entregó una definición de cristianismo? ¿cuál es esa definición? Y sobre todo ¿fue esta definición la que “moldeo” nuestra visión de la Edad Media?
Generalmente tendemos a mirar este periodo histórico como una época en que la religión dominaba todas las estructuras de la sociedad, el cristianismo era LA visión del mundo en la Edad Media, o al menos es eso lo que nos presenta las fuentes. No obstante, bien sabemos que las fuentes son escritas en determinados contextos. Primero que todo, debemos señalar que quienes manejaban el conocimiento del latín en aquella época no eran la mayoría de la población, sino que una mínima parte de ella y sobre todo quienes escribían eran los monjes, por ende estos monjes son nuestra más amplia visión de lo que ellos pudieron haber visto de la Edad Media, estos religiosos evidentemente escribían para su público y no necesariamente para toda una comunidad, por ejemplo les resultaría más novedoso e interesante como los laicos ejercían su espiritualidad, los asuntos que no les interesaban simplemente los borraban o modificaban.
Así mismo, cuando nos acercamos en un primer momento al contexto creemos que las personas de este periodo viven en una especia de dualismo de vida espiritual-vida terrenal. Esto se debe que la Iglesia, una vez que el Imperio Romano se desarticula, empieza a convertirse en una institución para otorgarle al cristianismo mayor universalidad, además empieza por regular los territorios y los reinos germánicos en Europa. Pero fuera de estos argumentos históricos se debe entender la base del cristianismo como tal, la deidad es rey en cielo y tierra por ende para el cristiano la concepción del mundo no es dual sino una sola, pues Dios es omnipotente, él es el principio de todo y el fin de todo.
Primero que todo tenemos que tener presente que entendemos por espiritualidad, la cual está ligada a una dimensión religiosa de la vida interior y sobre la relación de Dios mediante la ascesis. Este término es contemporáneo y no constituye necesariamente lo que en la Edad Media ocurría pues los sujetos medievales no distinguían entre religión y modo de actuar, para ellos la espiritualidad era una relación entre las prácticas de la religión y las prácticas de la vida familiar cristiana y no existía diferencia como la entendemos nosotros. La modernidad no ha enseñado, mediante la razón, que la religiosidad está íntimamente ligada a la Institucionalidad, esta situación no las heredo la Ilustración y por ende fue este siglo filosófico el que nos dio nuestros primeros prejuicios al cristianismo. No obstante, esto no siempre fue así, asociamos la religión y la razón como rivales. Sin embargo, la Ilustración partió en un primer momento como una naturaleza religiosa. Esto no es nuevo, ya que se entiende que el siglo de las luces utilizo ciertas normas que tenían como base la religión cristiana y que, más su visión del cristianismo está limitada a la crítica de su Institución en los siglos anteriores al XVIII. Por ejemplo: la intolerancia religiosa, el ataque a la superstición y los excesos, etc.
En realidad, la Ilustración y la ciencia del siglo XVII atacaban la palabra revelada, por ejemplo la Biblia, pues al leerse había muchas contradicciones históricas y, sobre todo, se cuestionaba la creencia cristiana como la única religión verdadera para la virtud, no era extraño que estos filósofos leyeran las crónicas de los viajes de descubrimientos y vieran como indígenas de América, hindúes o chinos poseían tanta moral en su vida cotidiana que un europeo, se hallaba presente una misma moral y una idea de Dios clara.
Por otra parte, en la misma época no se divide la religión de la ciencia, sino que se complementan. Vemos como ejemplo de ello la misma teoría racionalista de Descartes, la cual parte como principio de que Dios existe:
“Es la existencia de Dios lo que nos permite entonces construir el puente entre nuestra mente, nuestra ´cosa pensante´, y todo el mundo físico, inclusive nuestro propio cuerpo. Dios no nos engaña. Dios es la garantía que nos impide dudar de nuestra propia existencia, no ya como seres pensantes, sino también como seres materiales. […] Dios es la razón por la que no podemos dudar de la existencia del mundo” (González, 1994, 280).
De lo anterior podemos preguntarnos ¿Por qué está crítica? ¿Qué quieren lograr? Estudiosos como Juan Arayano explica: “hay que advertir que la religión natural no fue un invento de filósofos anticristianos para combatir las religiones históricas, sino en primer lugar un procedimiento utilizado por gente piadosa […] para superar sus disensiones teológicas y en segundo lugar un instrumento forjado por científicos devotos para apoyar sus credos” (Montecinos y Toledo: 2007, 248). Como se puede observar, la razón ilustrada y la religión en un primer momento no eran enemigas, sino que, en realidad ambas se complementaban a alcanzar un mismo propósito: guiar al ser humano a una verdadera forma de vida. Esto quiere decir, no caer en los vicios que en épocas pasadas había. Encima de esto, “la Ilustración deseaba transformar el cristianismo, ilustrarlo, pero sin renunciar a sus valores morales” (Valjavec, 1964, 104), ¿Cuál es esta moral que escogen? Es una moral social, es decir, que ayude al bienestar y al progreso humano. En términos simples, esta moral social se expresa en tres virtudes: la tolerancia, la beneficencia y la humanidad.
La Ilustración entra en contacto con la religión, pues se reconoce a esta última como una gran tarea educadora. Por ende, la Iglesia y en realidad las creencias cristianas deben fomentar una educación racional. De este modo, la Ilustración afirma que “la escuela y la iglesia son las instituciones que deben cumplir una misión que no es capaz de llevar a cabo la filosofía: la misión de ilustrar al pueblo y estimularlo a la virtud” (Valjavec, 1964, 102)
Descubrir el lazo de religión y fe es más complejo de lo que parece, pues si bien externamente la Iglesia censuraba o rechazaba las obras filosóficas, internamente el clero (regular y secular) las aceptaba, las leía o incluso estos mismos eran filósofos.
La ideas teológicas como las de Voltaire rechazaban la convicción de la fe por revelación y por ende los dogmas de la Iglesia. No obstante, valora las convicciones morales de la religión cristiana. Voltaire sigue las líneas del deísmo, y ataca los argumentos de los ateos. Sin embargo, para él su verdadero enemigo es la superstición o fanatismo religioso:
“El ateo es un monstruo que solamente devorará para saciar su hambre; el supersticioso es otro monstruo que desgarrara a los hombres por deber. […]; el ateo robará un cáliz de oro de una iglesia para dar una cena a unas mujerzuelas, pero el fanático celebrará un auto de fe en esta iglesia y cantará a grito pelado un cántico judío mientras quema a unos judíos”
Ha quedado un poco más claro que la religión y la razón no siempre fueron enemigas, pero ¿Qué relación tiene esto con el cristianismo de la Edad Media? Y la respuesta tentativa que podemos inferir es que la Ilustración al racionalizar la fe y volverlo comprensivo hizo que la mística se perdiera y el lazo de relación entre Dios y los hombres como una comunión desapareciera (no es extraño, en este sentido, que en este mismo periodo surgiera una de las líneas más rigoristas de la religión cristiana, el Jansenismo, cuya doctrina volvía a plantear la idea de incomprensividad de Dios y la comunión humilde con él). Por ende cuando analizamos la Edad Media nuestra visión del cristianismo la asociamos a simplemente un conjunto de prácticas y no como una cultura de la época. Al leer las fuentes escritas por teólogos volvemos a una idea secular de espiritualidad y nos estrechamos de mente para comprender el proceso como un todo.
Bibliografía
Gonzalez
Justo (1994): Historia del cristianismo
desde la reforma hasta la era inconclusa, Caribe, Nashville.
Montecinos,
J y Toledo, S(2007): Ciencia y religión
en la Edad Moderna, Fundación Canaria Orotava de historia de la ciencia,
Santa Cruz de la Palma.
Valjavec,
Fritz (1964): Historia de la Ilustración
en Occidente, Rialp S.A. Madrid.
Voltaire
(1972): obras. Volumen II. Vergara, Barcelona.
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