El presente
documento explica como la educación de las organizaciones obreras surgen por la
cooperación de sus miembros, la poca preocupación estatal y la idea de
auto-educarse con fines políticos. Del mismo modo, se instituyeron para
entregar una educación popular con conciencia de clase, principios emancipadores
y reivindicativos. Entre los proyectos se destacan las corrientes anarquistas y
socialistas. No obstante, ambos fracasaran en el tiempo debido a la represión
política y las circunstancias históricas del momento.
El proyecto educativo anarquista se caracterizó por ser anti-sistémico y
rupturista con el Estado-Iglesia: “servir de propaganda ideológica y trinchera
desde la cual se atacaba a Dios, a la patria, al clero, a la burguesía y a las
fuerzas armadas” (Serrano, 2010, p. 321). A través de este principio, este
proyecto apuntó el desarrollo de la escritura (difusión de periódicos)
entregándole un carácter independizaste. Asimismo, se fueron desarrollando
representaciones teatrales y conferencias con el fin de sociabilizar el
conocimiento y el adoctrinamiento político. El fuerte rechazo a la educación
tradicional no solo era en cuanto a materia, sino también al método de
aprendizaje repetitivo y la relación jerárquica alumno-profesor, la cual
incentivaba la disciplina y el miedo. Todos estos planteamientos fueron expuestos
por primeramente por Francisco Ferrer y más tarde por la Federación Obrera Chilena
(FOCH), quien recogerá estas experiencias para elaborar su propio proyecto.
El proyecto educativo socialista, propuesto por Luis Emilio Recabarren,
pretendía una transformación social a partir de un disciplinamiento moral (de
carácter laicista) a los obreros. Esto se debía a que se creía que los vicios
son los que impiden la concientización de la clase, siendo la ignorancia y la
religión la más peligrosa. La función de la prensa consistía en una doble arma,
por un lado concientizar al lector y por otro convertirlo en un “arma de
instrucción”.
Este tipo de educación tuvo dos etapas muy marcadas: La primera, desarrollada
a través de las mutuales y mancomunales fomentaba “la autogestión de la
educación obrera como una forma de subsanar no solo las falencias de la
cobertura pública, sino las además la insuficiencia de la labor alfabetizadora”
(Serrano, 2010, p. 333). Es decir, hace una crítica a la educación estatal,
pues la considera ineficiente además, de nacionalista y militarista. La segunda
etapa nace con la promulgación de la ley de instrucción primaria obligatoria,
pues la FOCH critica esta ley por no contemplar los servicios sociales, ser
centralista y no considerar la opinión de los educadores. Asimismo, promueve
una autoeducación “laica, racionalista, social, teórica y práctica” (Serrano,
2010, p. 338).
A pesar de todos los esfuerzos,
la instrucción popular tuvo poca proyección en el tiempo, debido
fundamentalmente a que solo eran experiencias individuales y no pretendían
reemplazar la educación estatal y recibió una fuerte represión por parte del
estado.
Bibliografía
·
Serrano, S.,
Ponce de León, M. y Rengifo, F. (2012) Historia
de la Educación en Chile (1810-2010) Tomo II. Santiago: Editorial Taurus.
Cristian Guzmán Suazo
Profesor de Historía y Geografía
Magister en Historia
UdeC